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lunes, 19 de mayo de 2008

LA CORRIDA DEL 18 DE MAYO del 2008, EN LOS BARRIOS.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

El domingo 18 de mayo acompañado de mi amigo Juan Antonio Moya estuvimos en Los Barrios para ver uno de los mejores carteles que puede verse en la actualidad.
El aparcamiento: casi en Algeciras, pues con la feria cercana no había un sitio donde dejar el coche. Además un camión mal aparcado impedía acceder a las espaldas de la plaza, sin que nadie remediara esta situación.
La terna actuante:
El Cid (lila y oro)
El Fandi (burdeos y oro)
Manzanares (burdeos y oro).
Toros de la ganadería de D. Santiago Domecq.
Con cinco días por delante no pudimos sacar una localidad de jubilado por aquello de, según los taquilleros, el Ayuntamiento se las había regalado a los pensionistas. Un incumplimiento flagrante de la preceptiva legal.









Una vez en nuestra localidad en la plaza, que no está totalmente cubierta (faltan por cubrir el techo y laterales) nuestra vecino de localidad, que trabaja en el Ayuntamiento barreño, nos dijo que tienen dificultades para cobrar a pesar de que el dinero debe "entrar a saco" en las arcas municipales, al tener el polígono industrial de Palmones y la Refinería en terrenos municipales.
"Los políticos acabarán con la Fiesta debido a sus irregularidades de todo tipo" y que conste que expreso el sentir de los que nos rodeaban en el tendido seis, lleno, como toda la plaza hasta el rebosamiento.
Desbarajuste entre los espectadores que no encontraban su localidad ante la falta de acomodadores.
Una bonita y cómoda plaza en la que notamos la desaparición de los asientos anatómicos que estaban montados en la otra ocasión que la visitamos. Ahora es más cómoda, pues con los asientos de plástico duro no le llegaban a uno los pies al suelo y había de ver el espectáculo como colgado.
Me van a permitir que narre con toda minuciosidad los tres primeros toros, por aquello de que tomé notas. Luego ante las apreturas me fue imposible, de ahí que me limitara a tomar fotos y a ejercer la memoria para poder relatarlos lo que ocurrió.

El primer toro de la corrida sale de chiqueros arrastrando la pata izquierda consecuencia de un calambre.
El Cid lo saluda con un lance por alto que el toro recibe saltando con lo que se acentúa la claudicación del astado. Toma bien la primera verónica. A la segunda sale suelto. La tercera es buena de ejecución y remate.
Con la quinta verónica el toro ha salido de las rayas de picar y El Cid remata la serie con una media verónica seguida de una larga con la mano izquierda.
El Boni retiene en el burladero de la suerte de picar al toro, mientras se colocan los picadores. El Cid está ubicado en la misma boca de riego del ruedo.
Cuando lo llama, acude con prontitud y con lances por delante lo lleva al caballo overo que monta su picador de turno. Un recorte trata de dejarlo en suerte, pero el toro sigue a El Cid desdeñando al caballo.
Nuevamente el torero lo deja fuera de las dos rayas pero el toro no quiere caballo y sí a los toreros. Descompone la tertulia entre El Fandi y Manzanares, para seguidamente ir en busca del caballo quedándose caído debajo del jaco. El picador se limita a señalar el puyazo.
El Cid quita en dos buenas verónicas. En la última el toro pierde las manos clavando los pitones en la arena y sufre un volteretón.








Se desmontera su matador pidiendo el cambio de tercio que es concedido.
Banderillean con acierto El Boni y Pirri, perdiendo las manos el toro en el primer encuentro.

El Cid comienza su faena delante de la Puerta Grande con dos pases por alto. Otro más en el que el toro pierde las manos, hace un extraño y coge al torero por la pierna izquierda derribándolo y haciendo por él en el suelo.
Renqueante El Cid se va al centro del anillo. Ha podido ser cornado de consideración.









Con la muleta en la izquierda, le administra tres mantazos debidos a que el toro se ciñe por el pitón izquierdo. Se separa del toro y se va al centro del ruedo en medio de los aplausos del público.
Aproximándose lentamente al toro lo cita con la izquierda. Cuando el toro se arranca lo vuelve a “echar mano”. En el suelo, El Cid rueda saliéndose del terreno del toro.
Parece mentira que un torero tan experimentado no se haya dado cuenta de los avisos del toro por el pitón izquierdo.
Toma la muleta en la mano derecha. Dos redondos buenos donde el toro se sale en el remate. Al tercer redondo el toro le corta el viaje también por este pitón. Parece como si el toro estuviera avisado.
Le ha roto la taleguilla como consecuencia de no dar importancia a su oponente. Es un toro que ha de ser toreado con la cara tapada con la muleta. Al descuidar este detalle El Cid, es nuevamente tocado en un puntazo. ¡No tiene su día el de Salteras!
Con pases de pitón a pitón por abajo, trata de cuadrarlo. Le toca el pitón derecho.
El Cid está desdibujado, pálido incluso. El toro se fue sin picar y El Cid no le ha dado importancia alguna a causa de perder las manos continuamente.
En la suerte natural entrando muy en corto pincha arriba sin soltar. A la segunda entrada acierta y el toro dobla. Aplausos para el espada.
Acabada su labor El Cid se va para la enfermería.

Su segundo toro que es el cuarto de la corrida es un toro que tiene buen son en la embestida. El Cid lo saluda con verónicas ajustadas que el toro recibe sin protestar. Lo saca fuera de las dos rayas para allí, templándole con lances por la cara sin cruzar ni quebrantarlo, enseñarle a embestir.
Lo lleva con gusto y mimo al picador quien se agarra arriba en un puyazo corto, cuidando al toro a instancia de su jefe de filas. El Cid haciendo el “molinillo” con los dedos de la mano derecha, pide el cambio que el presidente concede.
El tercio de banderillas transcurre con más pena que gloria a pesar de las buenas maneras de El Boni que es el encargado de lidiar.
El Cid brinda en el centro del ruedo al público que corresponde con una ovación.
Comienza su faena con dos redondos, dentro del espacio entre las dos rayas y las tablas, buenos de ejecución. Abrocha con un pase de pecho.








Entre las dos rayas se dobla en dos pases: contrario y natural para acabar con el de pecho.
Fuera de las dos rayas una serie de cinco redondos buenos de ejecución y remate que abrocha con el de pecho de pitón a rabo.









Da distancia al toro para que se refresque y citando de largo lo recibe en un redondo bueno que continúa con tres más, abrochados con el de pecho de remate a la hombrera contraria.
Vuelve a dar distancia al toro.









Por naturales una serie de cinco extraordinarios pases que remata con uno perfecto de pecho. Ovación.
Vuelve a la mano derecha para interpretar una serie de cuatro derechazos que abrocha con el doble de pecho, uno con la mano derecha y otro con la izquierda.
Tras ejecutar dos pases de pecho en cadena, sigue con una serie de cuatro redondos que remata con una trinchera.
Tras tomar el estoque de matar, en la suerte natural, logra una estocada entera, en la yema, que hace rodar al toro de inmediato.









Se piden las dos orejas que naturalmente y, con justicia, el Presidente concede.
Con ellas tras el arrastre del toro, El Cid, completamente recuperado de la paliza propinada por el toro anterior, da una clamorosa vuelta al ruedo.

El segundo toro de la tarde corresponde en su lidia a El Fandi quien lo recibe con una larga cambiada en terrenos de dentro de las dos rayas.
Es mucho más toro que el primero de la tarde.
A la primera verónica el toro sale suelto y se va a los terrenos de nadie. A por él va un banderillero de El Fandi, pero el toro demuestra a las claras que no quiere telas. Ha de ir por él su matador quién le administra dos verónicas de las que el toro, tras berrear en el embroque, sale suelto nuevamente.
El Fandi con lances por delante sin cruzar, lo lleva a los dominios de su picador y lo deja a la altura de la raya de fuera con una media.
El toro parece descordinado de los cuartos traseros y sin fuerza. De improviso se arranca hacia el picador que guarda puerta y El Fandi muy atento, lo corta. ¡Nos equivocamos en la cuestión de las fuerzas!
Colocado en suerte ante el picador titular, se arranca y el de la vara se agarra arriba. El público pita la vara sin razón, pues a los toros hay que picarlos. El Fandi se desmontera pidiendo el cambio, que es concedido.
En banderillas la secuencia de la suerte es la siguiente:
Primer par, adornado como el resto de los palitroques con los papelillos de los colores de Granada, tras arrancarse el toro con alegría El Fandi, ganándole con facilidad la cara, las pone arriba. Aplausos.









El segundo par, el toro en el burladero de suerte de varas y El Fandi entre las dos rayas. Comienza el toro a galopar y su matador a correr para atrás hasta encontrarse y clavar en todo lo alto. Ovación cerrada.
El tercero: El Fandi va por el toro, lo quiebra para seguidamente dejarlo en el tendido 5 entre las dos rayas. Se queda cerca de él, lo quiebra por dos veces, lo sortea con un regate para pararlo antes de ponerle el par. Es muy aplaudido este detalle.
El toro después es citado, se arranca con prontitud y El Fandi le pone un par al violín perfecto de precisión. Atronadora y prolongada ovación, mientras juguetea con el toro hasta pararlo.
¡Suerte perfecta y muy celebrada!
En el centro del ruedo brinda al público. La montera cae boca arriba y con la punta del estoque simulado la voltea en medio de la hilaridad del público que aplaude el detalle.
El toro se le arranca de pronto pero el torero ni se inmuta. Se lo quita de encima con un "pase del desprecio", mientras continúa su camino en busca de las tablas a donde pretende mojar la muleta para librarla de los vaivenes del fortísimo viento reinante a pesar del cerramiento, a medias, de la plaza.
Cerrado en tablas comienza de rodillas con un pase contrario. Sigue un natural, otro contrario y otro natural, que remata por alto. Un molinete de rodillas para levantarse y finalizar la serie con un pase de pecho con la derecha y un trincherazo.
La muleta en la mano derecha una serie de un redondo de buena factura, otro ligado perfecto, otro donde codillea en su afán de prolongar el pase, cambio de mano por la espalda para abrochar con uno de pecho de "pitón a rabo" y un pase del desprecio.









En medio de los sones de la música, un molinete, dos redondos perfectamente ligados. Un redondo circular completo, un martinete y el de pecho. Ovación.
Ahora lo que Andrés Vázquez denomina “torear sin torear”.
Muleta en la mano zurda: dos naturales ligados. Dos más perfectos. Dos muy largos de remate perfecto. Otro largo que remata con un farol. Una trinchera y el pase del desprecio. Locura colectiva en los tendidos.









Un redondo a media altura. Dos de mano baja y mandones. Un tercero ligado. Un redondo circular completo que remata con un martinete de rodillas.
Tras tomar el estoque de verdad recibe al toro con un "pase de las flores" para seguir con un circular invertido completo. Repite la serie. Un molinete, uno de pecho en el que resulta atropellado, un redondo lentísimo. El toro se para, le hace el péndulo varias veces. Un circular contrario completo, molinete con la mano izquierda y remate con el de pecho.
De rodillas: dos molinetes, uno de pecho y remate final con un pase del desprecio.









En la suerte contraria, estoconazo. La rueda de los subalternos en la que uno es desarmado.
Finalmente se piden mayoritariamente las dos orejas que el presidente, concede. Es un toro de vuelta al ruedo que nadie pide.

Su segundo es el toro del indulto. La verdad es que estábamos contrariados por no haber pedido nadie la vuelta al ruedo a un toro que estuvo pronto y obediente. Un toro con una nobleza excepcional y teníamos dentro de nosotros la espinita que estábamos dispuestos a sacar, en cuanto la ocasión lo propiciara.
¡Y llegó la ocasión!
Salió un toro colorao, de los que tienen las hechuras propicias para embestir y así lo hizo en los primeros lances que le ofreció El Fandi. Como todos los genios en cualquier faceta, era más bien feo, pues estaba ligeramente ensillado y no rematado de cuartos traseros, pero tenía la belleza oculta de la bravura que es la verdadera aptitud del toro de lidia, puesto que el fenotipo es suceptible de transformar a voluntad.
El toro repitió sin dudar en el capote y siguió cuando lo llevó al picador con quién apretó sin cabecear. Y costó trabajo sacarlo del caballo porque era un toro bravo. Cierto que solamente recibió una vara -que fue fuerte-, porque El Fandi lo quiso dejar "crudito" para la suerte de banderillas.
En ellas el toro se arrancó de largo y con prontitud al banderillero. Prácticamente El Fandi hizo lo mismo de su primer toro, si bien no puso el par al violín pero sí pares perfectos “asomándose al balcón“ en las tres entradas a un toro que no se cansó de perseguir al atleta que tenía delante. No lo pudo parar El Fandi a pesar de que lo intentó por todos los medios, pero tenía delante un verdadero toro bravo al que había que someter para triunfar con él. Uno de esos toros que descubre al torero malo y sin técnica.








Con la muleta El Fandi se vació. Y el toro, también, pues nunca rehuyó la cita en pases de todas las marcas. Unos ejecutados perfectamente, otros no tan perfectos, pero siempre con la verdad de un torero que da todo en cada tarde y de un toro que no rehuyó nunca el combate.









Contabilizamos 68 pases antes de que pidiéramos el indulto y fuéramos seguidos por todos los de nuestro entorno del tendido 6 en principio que, cual reguero de pólvora ardiente, se extendió por toda la plaza. La petición era unánime mientras El Fandi seguía toreando muy requetebién deseando que el toro fuera indultado. El presidente sacó el pañuelo blanco para indicar un aviso al matador para que entrara a matar, pero el público que, es quien debe mandar, seguía pidiendo insistentemente el indulto. El presidente hubo de mandar a por el pañuelo naranja que no debería estar debajo de la contera del palco. Finalmente tras 114 pases contabilizados, el toro fue indultado. ¡Respiramos! No se trata de salirnos con la nuestra, se trata de premiar a un toro verdaderamente bravo, que hizo todo bien. Hasta entrar solito cuando fue citado desde dentro del chiquero. Un toro colorado al que recordaremos por mucho tiempo. Un toro que estaba marcado con el número 9 y cuyo nombre era el de VALEROSO quién morfológicamente no era un Adonis precisamente.









El Fandi satisfecho, paseo en triunfo el rabo y las dos orejas simbólicas, que debieron traer del desolladero.









El tercero de la corrida correspondía en su lidia a Manzanares. Era un toro acochinado que debería rebasar los seiscientos kilos. Brochito de pitones. Sale con muchos pies, demasiados diría yo, para tanto peso. Da dos vueltas al ruedo para finalmente emplazarse.
Tras acudir a la cita del peón de confianza de Manzanares, sale suelto del contacto y se va a los terrenos de nadie.
No quiere telas y comienza a claudicar.
Manzanares lo saluda fuera de las dos rayas, pero no logra fijarlo. Se va al centro de la plaza y allí va por él Manzanares, quién le administra una media verónica que toma a regañadientes .
Fuera de las dos rayas lo deja para que sea picado. El toro está muy tardo por lo que ha de trabajar el picador para lograr cumplir con su trabajo.









Cuando se arranca, el picador se agarra trasero, mientras el toro aprieta con los riñones. Finalmente ante un excesivo castigo, hace sonar el estribo por defenderse, mientras el público pita la vara.
Dos mantazos de Manzanares son los protagonistas del quite, antes de desmonterarse pidiendo el cambio de tercio.
El tercio de banderillas con más pena que gloria.
El toro ha dejado de claudicar. Manzanares comienza su faena doblándose por bajo en pases de pierna flexionada a medida que va ganado terreno para sacarlo fuera de las dos rayas. Este comienzo de faena nos hacía presagiar que algo grande iba a ocurrir con este torero artista y elegante que conserva las esencias taurinas de su padre.








Allí con la muleta en la mano derecha: un redondo. El toro se para. Otro más, que vacía por arriba. Otro a media altura que cierra con el de pecho escaso de ajuste.









Con la mano zurda: un natural muy suave. Otro de bella factura y remate. Comienza a torear con el pico de la muleta. Otro natural demasiado despegado. Suena la música. Trata de rematar con un pase de pecho con la derecha que el toro desdeña. Al final remata con uno de pecho, bueno de ejecución y remate.
Con la muleta en la mano derecha: dos redondos ligados y perfectos que abrocha con el de pecho. Ha sido una buena tanda aunque un poco raquítica.








Entre las dos rayas de frente al tendido 7, a donde ha ido a parar el toro en su deambular, Manzanares sigue por redondos donde compone la figura.
Ahora con la zurda unos naturales de muleta retrasada en el cite y abusando en demasía del pico de la "pañosa", aprovechando la arrancada a favor de querencia del toro hacia toriles.
En esos terrenos y en la suerte contraria logra una magnifica estocada que hace doblar al toro y afloran los pañuelos pidiendo la oreja. El presidente concede la segunda puesto que es la que está en su mano, a pesar de que la petición no era mayoritaria.

El último toro de la corrida fue un toro de escasa calidad, pero sin peligro evidente.
Manzanares prácticamente ni quiso verlo en capote ni en muleta. Le trasteó para quitárselo de encima.
No demostró ni la predisposición ni las ganas de su predecesor en la terna.
Lo mató sin pena ni gloria cuando los espectadores estaban deseando abandonar la plaza a causa de la insustancial faena y del molesto viento frío que soplaba en los tendidos.
Cuando lo mató, las palmas despidieron al elegante diestro que hoy no ha estado a la altura de su arte y sapiencia.
Los tres diestros salieron a hombros tras dar una vuelta triunfal a la plaza.
Y nosotros deseando volver a esta coqueta plaza barreña, pero eso sí, cubierta del todo, para que el dichoso viento de este rinconcito del Campo de Gibraltar no nos destroce los riñones.