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domingo, 11 de mayo de 2008

LA CORRIDA DEL SABADO 10 DE MAYO EN LAS VENTAS. SAN ISIDRO 2008.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Una corrida de Peñajara que sorprendió a propios y extraños por su presencia y comportamiento. Un comportamiento carente de aquella brusquedad que era su sello de identidad en los tiempos en que pertenecía a Manuel Rueda Morales (Manolo Peñaflor torero).
Dos toros sardos, posiblemente reminiscencia de aquella sangre veragüeña origen de la creación de la ganadería) que levantaron la admiración del público de Las Ventas..
Un público variopinto, muy distinto del público de la Feria de San Isidro, por aquello de que cuando la climatología aparece incierta los abonados regalan sus entradas a los compromisos y se queda en casa tan ricamente viendo lo que ocurre por televisión. De ahí los 2/3 de cemento cubierto.
Unos toreros poco placeados en esta temporada, que a pesar de su veterana y valía contrastada, se vieron desbordados por los buenos toros de la primera mitad de la corrida.
A Manolo Sánchez que lucía un precioso terno azul y oro, se le escapó una Puerta Grande de Madrid que no ha conseguido de matador de toros y sí de novillero en aquella lejana tarde del 92 antes de que cortara aquel rabo de Valladolid. Recuerden este nombre Caraoscuro nº 92 y 513 kilos de peso, sardo y de Peñajara pues corresponde a un gran toro.
Es el vallisoletano torero de excelente concepción del toreo que lo borda con la mano diestra, que baja bastante con la izquierda y que a la hora de matar (su tendón de Aquiles) recuerda aquella cornada que le dejó (en esta misma plaza) los tendones de su mano al descubierto.
Manolo se pasó en exceso en las tandas con la mano derecha, dejando para última hora la mano izquierda, cuando el pitón bueno de verdad era este.









Comenzó confiando al toro (que tenía las fuerzas justas) llevándole a media altura y sin obligarlo, para continuar en esta tónica durante toda la larguísima faena que no logró encandilar al público de Madrid al que el diestro conoce a la perfección por no haber faltado nunca desde que se doctoró a la cita isidril. Un público que reaccionó cuando tomó la mano izquierda, bajó la muleta y dio dos series extraordinarias de ejecución y remate, si bien el toro estaba tan exprimido que no transmitió lo necesario para levantar la faena.
Cumplió el picador Paco María González. Los rehileteros: Félix Navas puso las cuatro y Pablo Ciprés dejó solamente una, con la lidia buena de Valentín Luján.








Posiblemente si se hubiera limitado a dar dos tandas de menos muletazos (todas eran de cinco y el de pecho) seguidas de dos con la izquierda de mano baja y hubiera entrado a matar con ganas de tumbar a su colaborador (pinchazo y entera desprendida que va escupiendo y descabello), es posible que ahora estuviéramos glosando un sonado triunfo de un torero que torea muy requetebién y con gusto. Una ovación fue el premio a su labor

En su segundo las posibilidades no fueron las mismas ya que este cuarto de la tarde Ostrero de nombre con el nº 89 y 549 kilos de peso, no se empleó nunca al entrar con la cara arriba y con medias embestidas finalizadas en remates desiguales y sin afectividad.








Un toro con el que se pelea Manolo Sánchez al saludarlo, que cornea el peto del caballo de picar que monta Juan Luis Rivas haciendo sonar el estribo, que es banderilleado sin pena ni gloria por parte de los banderilleros bajo la batuta de Félix Navas y ante quien su matador no se confía y le propina pases sin remate y sin querer ligar perdiendo más pasos de los que la faena requería. El silencio del público premió su labor.

El segundo toro de la tarde es otro buen toro de nombre Chicano marcado con el nº 50 y con 543 kilos de peso. Un toro que fue lidiado mal, picador regularmente y banderilleado bien por parte de Pedro Vicente Roldan.
En la muleta Eugenio de Mora de café con leche clarito y oro, lo recibe con tres estatuarios que son rematados con una trinchera al final de los cuales el toro pierde las manos.
Una serie al natural de tres pases superiores en los que el matador codillea en su afán de seguir la embestida del toro. Remata con un pase de pecho de pitón a rabo y al final el toro nuevamente pierde las manos lo que enfría a un público esperanzado.
Y como la suerte suprema no fue buena al necesitar un pinchazo previo que escupe, antes de lograr una media estocada en el sitio que lleva al toro a las tablas. Y aquí el desastre, pues para descabellar al astado Eugenio de Mora necesitó 11 intentos de descabello, recibiendo dos avisos y el silencio fue el premio a su labor.

Su segundo toro corresponde al quinto de la tarde es otro sardo. Precioso de lámina que atiende por Lentisco y con 555 kilos de romana.








Eugenio de Mora lo recibe con tres buenas verónicas. Eso fue todo, pues seguidamente la lidia fue un completo desastre.
En varas Felipe López se agarra las dos veces arriba a pesar de que el toro trata de quitarse lo que le molesta a base de cabezazos con la cara arriba.
Las banderillas en tercio sin nada digno de mención.
Eugenio de Mora estuvo ante el toro con ganas por la falta que le hace y muy firme a pesar de que los muletazos nunca tuvieron remate vistoso a causa de salir el toro con las cara por las nubes y enganchar en demasía.








Cuando por naturales Eugenio le bajó la mano el toro siguió queriendo coger la muleta en el remate a pesar de que atendía con prontitud al cite y a los toques.
Su labor fue silenciada.

Antonio Barrera vestido de blanco y oro con los cabos negros, recibe a su primero un colorao nº 95 llamado Pardillo de 527 kilos con una buena verónica. A la segundo le pisa el capote. Antonio no está dispuesto a perderlo y no lo suelta. El toro lo ensarta y finalmente se lo quita.
Con lances por delante sin cruzar, lo lleva al caballo que monta Carlos Pérez quien tomándolo muy de cerca coloca la puya arriba. En la segunda entrada, el caballo pierde las manos justo en el instante del embroque por lo que el montado marra.
En banderillas luce Paco Peña en dos buenos pares, el último de los cuales tuvo el mérito de lograrlo a pesar de que el toro le esperó con la cara arriba. El tercero, Manuel Muñoz cumplió su cometido.
Barrera muy dispuesto, brinda al público quien le tributa una ovación de reconocimiento.
Comienza su faena con un pase cambiado por la espalda aguantando hasta el último momento y de ahí la emoción de los tendidos. Lo vuelve a repetir tras acudir nuevamente el toro de largo.
En el centro del ruedo son cuatro redondos los administrados que son rematados con el de pecho en medio de aplausos.
El toro no quiere cercanía y como Barrera lo ve le da distancia para aprovechar la arrancada del toro.
Nueva serie diestra a base de tres redondos buenos de los que sale en un martinete para ligar con el pase de pecho en el que resulta desarmado.
Con la muleta en la zurda logra una serie angustiosa por la incertidumbre del toro tanto en el arranque como en el pasar a la altura del diestro.
Una serie de cuatro redondos rematados con el pase de pecho es lo que antecede antes de ir por el estoque de herir.
Unas manoletinas son el prolegómeno de la suerte suprema que realiza bien pero que con la media estocada el toro tarda en doblar necesitando del descabello para finalizar su labor. Al llevarse el toro al desolladero, una ovación es el premio del público.

Su segundo y último de la corrida se llama Aplicado y tiene 520 kilos y unos enormes y ofensivos pitones. No remata las tablas de salida.
Tras dos intentos de verónica sale suelto. Llamado por un subalterno acude al burladero y ahora si remata con dos pitonazos que sacan astillas de la madera de olivo.
Barrera le receta cuatro verónicas buenas que al ser rematadas con una media recibe los aplausos del respetable.
Benito Quinta es el picador que se agarra arriba en las dos entradas.
En banderillas lo digno es un par de banderillas de cierre de tercio a cargo de Pepín Monge mientras Manuel Muñoz que es el tercero deja las dos arriba en suerte de sobaquillo.
El toro llega muy fuerte a la muleta.
Antonio Barrera comienza por redondos en serie de cuatro buenos pero sin mucho ajuste y a media altura que remata con el de pecho.
Repite lo mismo en nueva serie donde corre perfectamente la mano y es aplaudido.
Con la muleta en la zocata logra cuatro naturales largos y ligados que al ser rematados con el de pecho recibe aplausos.
Una nueva serie de dos naturales que resultan enganchados al quedarse el toro corto en la embestida, que son rematados con el de pecho.
Ahora son cuatro redondos a media altura, en una serie que remata con el de pecho.









La faena ha sido buena pero no ha llegado al triunfo a pesar de que el diestro puso todo de su parte.
Hubo petición de oreja que al no ser concedida quedó en una vuelta al ruedo.
Como incidencias, podemos citar que el albero del ruedo se encontraba en perefectas condiciones a pesar de la lluvia caída gracias a las lonas protectoras que fueron retiradas momentos antes del comienzo de la corrida.