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lunes, 3 de marzo de 2008

Se dice que a los buenos toreros se les mide por la importancia de la plaza en la que actúan y por los toros a los que se enfrenta. ¡Totalmente cierto! Cómo no lo es menos que a un conferenciante taurino también se le mide por el lugar donde expone sus teorías y que naturalmente la importancia dependerá de la preparación de la audiencia que le ha de juzgar.

MI EXPERIENCIA COMO CONFERENCIANTE EN LA ASOCIACIÓN DEL TORO DE MADRID.

Por LUIS ALONSO HERNÁNDEZ. Veterinario y escritor.

Fue en abril del 2004, ese mes florido, y en el día 22 fecha en que por aquél lejano año de 1.917 sufría en Madrid una mortal cogida el matador de toros zaragozano Florentino Ballesteros, cuando pasé dos horas inolvidables con los componentes de esa Asociación del Toro de Madrid, nada proclive , -a pesar de ser “toristas”- a esas tragedias, en ese rincón entrañable de los bajos del bar-restaurante Waniku sito en los aledaños de la Plaza de Toros de "Las Ventas" en la taurina calle de Bocángel, 6.
Es un lugar a donde hay que ir con “los machos bien apretados” pues en el momento en que uno “se pase de faena” o “no llegue” a configurarla debidamente, los muy competentes, (por preparados), socios de la Asociación le van a recriminar sin la más mínima piedad hasta el extremo de que el conferenciante desde ese momento en adelante se lo piense dos veces antes de volver a ponerse delante de unos aficionados taurinos.
No había una asistencia multitudinaria, pero yo diría que sí suficiente en cuanto a calidad y cantidad de buenísimos aficionados a esta nuestra Fiesta que en vez de dar una luz de brillantez halógena parece parpadear como la luz de una trémula vela, porque falta el “generador” potente de la brillantez, que no es otro que el principal protagonista de la Fiesta, el TORO ENCASTADO y por ende con bravura total.
Disfruté al lado del actual Presidente José Carlos Fernández Villaverde Silva, de la Presidenta anterior, Yolanda Valverde, de mi amigo y presentador Gonzalo García de Castro y de esos buenos aficionados que tras sus intervenciones en el coloquio final estuvieron casi en el 100% de acuerdo en mis matizaciones taurinas, cuando todos sabemos lo difícil que es poner de acuerdo a los taurinos.
Puedo asegurarles con toda sinceridad, que a pesar de conocer de antemano los malos ratos padecidos por algún que otro compañero de disertación en este estrado de alta dificultad, en todo momento estuve seguro de que mis palabras iban a encontrar eco favorable aún en personajes tan críticos y acertados como el conocido “conciencia de Madrid”, Faustino Herranz “El Rosco”.
¡Nada hay imposible! Cuando, cómo en este caso, se habla el mismo idioma sin posturas partidistas, interesadas o mediatizadas. Se llamó “al pan, pan y al vino, vino” y así no hay más remedio que ponerse de acuerdo.
De todas formas les doy las gracias por la paciencia que tuvieron en aguantarme casi el mismo tiempo que dura una mala corrida de toros.
Y como les gustó la introducción de mi nuevo libro: “de pronostico reservado”, sin más preámbulo, paso a transcribirlo para que lo tengan y hagan de ella lo que crean conveniente, pues mi aprobación la tienen desde este momento.
¡Va por ustedes!
“En España siempre hubo numerosos encastes que, a pesar de proceder todos de las principales ramas originarias con la impronta de cada ganadero en su selección, daba a sus toros comportamientos distintos durante la lidia.
Esta característica ponía aprueba a los diestros en su aptitud como lidiadores. Por ello, al contrastarlos, hacía fácil la clasificación en el ranking de final de temporada.
Pero cuando manda el torero en el mundo del toro, cuando el público comienza a considerar al antagonista de la Fiesta como “figura” éste busca su comodidad y una exposición menor al elegir el encaste que más se aproxima a sus características toreras y por tanto más fácil de lidiar y, al encontrarlo, derivan hacia él todos los cruzamientos realizados por los ganaderos durante la selección al ponerse de moda el encaste elegido por las figuras taurinas. La sangre de este “encaste estrella” se inyecta, cual si fuera transfusión salvadora, en el resto de las ganaderías en mayor o menor proporción según el convencimiento del ganadero en las posibilidades de su encaste. Y con este proceder , todos los encastes dejaron llegar nuevos genes procedentes del que más se demandaba, llevándonos con el paso del tiempo al monoencaste que deriva en un comportamiento único de sus unidades combativas, lo que degenera en la monofaena la cual llega a aburrir a los aficionados buscadores de variedad de comportamiento en los toros. Son los aficionados los que verdad (por sapiencia) gozan viendo la resolución, por parte del torero, de las dificultades planteadas y así poder valorar la faena realizada.
Los toros suelen tener ahora el mismo fenotipo. Son más pequeños, más bajitos y menos poderosos. También suelen tener el mismo genotipo que, en comportamiento da un toro más “pastueño”, más suave, más bondadoso, en definitiva más “tontorrón” por ser más “artista”. Es el que forma parte del trinomio: “toro pastueño”-“torero plástico”-“público tolerante”, al ser este último elemento amante del toreo “bonito” que no es otro que el toreo de adorno, el cual únicamente puede practicarse con ese toro que forma parte en la actualidad, de esa ganadería comercial patrimonio de un encaste que "cría toros en serie en vez de toros serios" y que no son “clónicos” porque aún no se domina la técnica de la transferencia de embriones , si bien “todo se andará” o mejor dicho ya se está andando.
De momento se conforman los ganaderos potentados de este encaste con hacerse ricos merced a vender la semilla de la “embestida tontorrona” en pajuelas que darán ese torito estándar con homogeneidad en estampa y comportamiento “propiciador de la monofaena”, monótona e insustancial. Toro horripilante a los ojos del aficionado, pero extraordinario y bravísimo para ese público que hace de la fiesta taurina de su localidad un acontecimiento social y, que, con su afluencia a las plazas, convierte el toreo en mercancía y, la cría del toro bravo, en una industria.
La lidia de los toros no puede estar en la “monofaena” que propician los toros sin fiereza y con “acometividad graduada” pues no presentan problemática a resolver, ni exposición que son la base del toreo, al tener delante a un “borrego” que ni siquiera repara en el torerito que está delante y, que, incluso le avisa varias veces antes de propinarle el revolcón y, luego, cuando lo tiene a su merced, ignorarlo.
Lo que vemos tarde tras tarde, es una vulgar faena artesana programada de antemano y que glosan los que escriben de toros, la mayoría de ellos intrusos en esta parcela de Ciencias de la Información, faltos de conocimiento y de ética profesional, pero que tienen la osadía de poner en letras de molde herejías tal como:
“Dios bajo de los cielos y se encarnó en un determinado torero, considerado de arte, y propició una faena celestial”
Cuando a decir verdad la faena fue realizada a un “novillito de festival” con las defensas reglamentariamente mutiladas y con u peso vivo que rondaría los 350 kilos. Novillito que estuvo a punto de ser indultado al negarse el espada a matar (presumo que por miedo al fallo en la suerte que nunca dominó) tanta “simiente salvadora de la Fiesta”.
Noticia que dio la vuelta a España al igual que, pocos días después, lo hiciera la noticia de tres verónicas por otro artista de las telas a un becerro (éste aún más chico) regalado en un festival de homenaje.
¡Lamentable!
Y con este panorama…¿Qué ganadero tiene la osadía de criar toros bravos? Muy pocos, porque son conscientes que posiblemente tengan que “comerse” su mercancía. No obstante alguno de ellos, un poco menos que más, en su línea, erigiéndose en triunfador –no siempre con razón- al llevar a los tendidos la verdad de la Fiesta para unos y, la congoja para la mayoría. Mayoría que luego, colabora al triunfo de los toreros que han tenido arrestos para lidiar esas “alimañas” como algún comentarista taurino denominó.
A este ganadero no le va del todo mal pues, al fin y al cabo, vende a muy buen precio su producción considerada como de elite. Esa producción de “alimañas” que ya no son tanto como lo prueba su comportamiento en la suerte de varas, donde de unos años a esta parte no demuestran poder y coraje, si bien, luego en la muleta arrastran el morro por el suelo por lo que acaban muriendo con los labios embadurnados en un barro esperanzador, al ser embarcados en una muleta por algún que otro “figura de la torería” que ha dejado de “hacer ascos” a su lidia y, aprovechándose de la bondad de humillar , les para, templa, manda y…LIGA, mientras que los “guerrilleros” –que normalmente los lidian- se limitan a darlos mantazos y más mantazos, cuando no pases sueltos que nada dicen al verdadero aficionado.
Salvo esto escasísimos casos, la bravura del toro se está acabando de forma alarmante, al ser el toro de lidia perseguido incluso por las instituciones que, consideran allende nuestros mares, terrorista al ganadero que envíe para lidiar una corrida brava y con “cuajo”.
No quiera Dios que, algún día, tengamos que acordarnos –ya sin remedio- de lo que poco a poco fuimos destruyendo por mor de los inconvenientes y del negocio. Aunque me cabe la esperanza que algún ganadero avizor y espabilado haya congelado semen bravo en cantidad suficiente para que, en su momento, convirtiéndolo en semen salvador, nos libre de hacer antropogenia de la bravura”